Nos narra Conchita:
El 14 de enero de 1894. Corté el pecho formando letras grandes con la navaja, J H S en esta forma; luego que lo hice sentí, como si una fuerza sobrenatural me arrojara al suelo y con la frente en la tierra, en los ojos las lágrimas y el fuego en el corazón le pedía al Señor con vehemencia, con un celo devorador la salvación de las almas: ¡JESUS, SALVADOR DE LOS HOMBRES, SALVALOS, SALVALOS!
Este es el origen de este movimiento y Jesús mismo se lo confirmó:
“También esta gracia es el eco de aquel grito de tu corazón que conmovió mis entrañas, haciendo venir al mundo las Obras de la Cruz, que son Obras de Salvación. Tú me pedías que salvara a los hombres, y Yo he venido de nuevo a salvarlos por medio de estas Obras de tu corazón. Millones de almas se unirán a este nuevo empuje de mi bondad y mi corazón tendrá un consuelo, mi Iglesia una ayuda, mi Padre gloria y el Espíritu Santo, almas” (Diario T. 22, pp. 409-413, junio 21, 1906).